Millón de Monos

Weblog de Manuel Aristarán

Notplastic — intentando vender archivos

Hace unos años, cuando los músicos todavía tenían esperanzas de poder cobrar por su música grabada, mi amigo Milton Amadeo había grabado su disco Como dos Barcos y quería venderlo en los shows en vivo. Como no tenía sentido hacer una tirada de CDs (además de ser carísimos, ¿quién tiene una compactera a esta altura?), se nos ocurrió intentar vender códigos de descarga. Es decir, una tarjetita con un número que los compradores podían ingresar en un sitio web para bajar el disco en formato MP3. Programé una aplicación web muy simple para hacer eso, se vendieron varios códigos de descarga, todos contentos.

A otros amigos músicos les entusiasmó el sistema, pero querían que los downloads se puedan pagar con tarjeta, además de los códigos impresos. Pero el sistema que había hecho para el disco de Milton era una porquería hecha en una tarde, y no había manera de agregarle features.

En las semanas de desempleo que tuve justo antes de mudarme a EE.UU. para estudiar, para sacarme las ganas de programar, rehice la aplicación original y le agregué algunos features:

  • Integración con Mercado Pago, a través de su sistema de notificación (parecido al IPN de PayPal.
  • Precio mínimo y precio sugerido, y la posibilidad de pagar más, como donación a la causa.
  • Multi-tenancy: el sistema original funcionaba con un proyecto solo, ahora podía vender más de uno.

Luego de un par de años de estar en línea, y de haber publicado algunos proyectos de amigos y familia como El Abrigo del Viento —película documental producida por mi esposa Luisina Pozzo Ardizzi— o el disco LAS de Supernova Jazz Trío, aprendí algunas cosas de este experimento:

  • Argentina es un país muy poco bancarizado, en especial los miembros del target de proyectos artísticos independientes. La idea de usar Mercado Pago era aprovechar los medios de pago diferidos como Pago Fácil. La lección es que no funcionan para este tipo de sistemas. Salvo un único caso, las 22 transacciones iniciadas con un cupón nunca fueron completadas. Es decir, los usuarios comenzaban el proceso, y nunca iban al Farmacity a pagar el cupón. El medio de pago más usado fue, por lejos, las tarjetas de crédito.
  • La enorme mayoría de los que compraron algo, pagaron el mínimo, pese a ser precios irrisorios (más barato que un kilo de milanesas, o una coca grande).
  • A pesar de la complejidad de su API, y lo deficiente de su documentación, Mercado Pago funciona bastante bien.

Este proyecto nunca tuvo desarrollo comercial, ni de producto (así lo demuestra su horrible diseño gráfico). Pero esta breve y superficial experiencia me sugiere que este modelo no funciona. Ya no bajamos música, ni ningún tipo de bien digital: los consumimos online, en plataformas como YouTube.

De todas maneras, fue un experimento interesante, y me mantuvo entretenido los días previos a mudarnos a EE.UU.

El código fuente de notplastic está disponible bajo licencia AGPL3 en http://github.com/jazzido/notplastic


Presentación en CONDATOS (Bogotá, Noviembre 2016)

A continuación, algunas notas que usé para la presentación que di en la Conferencia CONDATOS 2016, realizada en Bogotá el 3 de Noviembre de 2016

Presentación

Espero que los 20 minutos me alcancen para lo que quiero hablar:

  • Una breve historia de mi primer proyecto de Open Data: Gasto Público Bahiense
  • Luego de ¿8? años el movimiento de Datos y Gobierno Abierto aprendió muchas cosas, pero seguimos manteniendo algunos mitos. Me gustaría hacer un ejercicio de refutación.
  • ¿Cómo podemos construir recursos de información pública más eficientes?

Historia de Gasto Público Bahiense

Inicios

Bahía Blanca, la ciudad del sur de Argentina donde nací, publica información detallada acerca de sus compras desde el año 2001, mucho antes de que se inventara el concepto de datos abiertos. El sistema donde se publica esa información, con los sucesivos alcaldes, se achicó progresivamente; cada vez publicaba menos información.

Así publicaba las compras el Municipio de Bahía Blanca en 2010

En Julio de 2010, gracias a la procrastinación (estaba trabajando en un proyecto un poco aburrido). Noté que esos datos (un listado de órdenes de compra) estaban disponibles en el sitio del Municipio y construí un sitio web muy simple que facilitaba su consulta y navegación.

Así era gastopublicobahiense.org en 2010

Lo puse online, y me explotó en la cara. De repente, empecé a atender llamados de periodistas que me preguntaban “quién financiaba el proyecto”, y cuáles eran mis intenciones.

Ignorado por las autoridades

Pese a que el proyecto fue declarado de interés municipal por un legislador local, y tuvo un gran repercusión mediática y política, el gobierno municipal de entonces no acusó recibo de la herramienta durante un año.

CAPTCHA y repercusión

Hasta que justo 1 año después de haber lanzado GPB, el gobierno rediseño su sitio web y puso un CAPTCHA para evitar que “los robots se roben la información y hagan más lento al sistema”.

Al contrario de lo que el Secretario de Haciendo de entonces —supongo— esperaba lograr con la introducción de un CAPTCHA en el sitio web donde publicaban las órdenes de compra, su decisión ayudó a la difusión del proyecto. Por primera vez, Gasto Público Bahiense alcanzó la prensa nacional:

Modificamos el sistema de extracción de datos (saltar ese CAPTCHA era muy fácil) e hicimos que GPB siguiera funcionando. Y ya que estábamos, con la colaboración de amigos y colegas, rediseñamos el sitio.

Así quedó GPB después del rediseño (mucho más lindo, ¿no?)

Creación de la Secretaría de Innovación y Gobierno Abierto

En 2012 —GPB ya llevaba 2 años funcionando— cambió el alcalde de la ciudad. El nuevo gobierno creó una Secretaría de Innovación y Gobierno Abierto, inspirado por la experiencia de nuestro proyecto. Fue la primera vez que tuve contacto con un representante del Municipio. La nueva Secretaría, en lugar de entorpecer el acceso a la información, nos lo facilitó dándonos acceso a un web service.

Demanda de los datos por parte del sector público

La visibilidad de estos recursos de información producida y publicada por el estado rindió sus frutos. Hoy, en Bahía Blanca, los políticos, periodistas y los ciudadanos interesados, consideran el acceso a los datos como un derecho adquirido. En los últimos días, esta problemática apareció en la agenda política y mediática.

Cierre y apoyo de la Municipalidad

Hace alrededor de 1 mes, decidí dar de baja al proyecto Gasto Público Bahiense. Fueron más de 6 años de mantener el sistema funcionando, y de pagar el servidor donde estaba alojado. Apenas anuncié el cierre, me contactaron políticos de la oposición y del gobierno actual para proponerme soluciones. Finalmente, la Secretaría de Modernización y Gobierno Abierto de la Municipalidad de Bahía Blanca ofreció proporcionarnos un servidor en el que alojar la aplicación, para que pueda seguir funcionando. En los próximos días, GPB volverá a estar en línea.

Mitos de Open Data

“Publicaremos datos y los desarrolladores construirán aplicaciones, y florecerán cientos de nuevas compañías”

La idea de “Open Data para el desarrollo de emprendimientos privados”, frecuentemente se ilustra con proyectos de gran escala como el Sistema de Posicionamiento Global (GPS) o el servicio meteorológico de EE.UU. Semejantes obras de infraestructura digital no pueden ser comparadas con liberar un pocos datasets y pretender que los emprendedores privados los tomen para producir valor.

Además, en mi opinión, en este mito subyace una cierta idea de voluntarismo: ciudadanos cumpliendo el rol del estado. No hay nada de mal en eso, pero —tomando prestado un concepto de ingeniería— no escala. Los proyectos sustentables necesitan de la infraestructura y profesionalismo que sólo puede aportar una organización.

Los “ciudadanos comunes” se involucrarán en el control y auditoría de la gestión pública

La idea de ciudadano común no está clara, la experiencia muestra que no existen —en el contexto de usuarios ideales de un recurso de información pública. Todo aquel que se embarca en la tarea de interpretar cuentas públicas, o procesar indicadores socio-económicos, tiene un propósito. Si no, ¿por qué va a ponerse a trabajar en eso, que es tan complicado?

Cualquier “data” es buena: PDFs, planillas Excel mal hechas, APIs.

Señal/ruido: Lo que es señal para usted, puede ser ruido para mí, o viceversa. El diseño de un dataset (medidas de un fenómeno), implica necesariamente una perspectiva u opinión sobre este.

¿Cómo mejorar los portales de datos abiertos?

La presencia en la web de las iniciativas gubernamentales de Open Data, en general, se materializa en la forma de un portal de Datos Abiertos. Hay productos, abiertos y comerciales, que permiten a una administración pública implementar este tipo de sitios con relativo poco esfuerzo. Algunos de ellos:

Por supuesto, un repositorio de información es un requisito necesario para una iniciativa seria de publicación de datos generados por el estado, pero no es suficiente.

Tomo prestada una metáfora de mi supervisor de tesis en MIT César Hidalgo:

Imagínense ir a hacer las compras a un supermercado donde todos los productos están en cajas idénticas. Pasta, shampoo, aceite: todos en la misma caja. La experiencia de comprar en ese supermercado es parecida a la de buscar una base de datos en casi cualquier portal de datos públicos. Para poder saber qué contienen, tengo que descargarlo y abrirlo con una aplicación, o interactuar con una API; un procedimiento que requiere de conocimientos relativamente avanzados de programación (What’s Wrong with Open-Data Sites–and How We Can Fix Them, Scientific American)

El paradigma de diseño de los portales de datos, por otro lado, establece un sesgo hacia abrir más datasets y no hacia abrirlos mejor. Notemos, por ejemplo, que el número de datasets disponibles se enfatiza en todos los portales de datos. No obstante, es fácil fabricar datasets. Por ejemplo, es frecuente ver en muchos portales de datos, una tabla de presupuesto “partida” en varios archivos. Con ese viejo truco, podemos fabricar varios datasets a partir de uno.

La descubribilidad de la información publicada en los portales de datos también es un problema. Google —todavía— no sabe indexar tablas llenas de números. Entonces, así como generamos visualizaciones a partir de los datos, también podemos generar texto (lo único que Google sabe indexar).

También es crucial facilitar el sharing en redes sociales, que es el origen de una porción sustancial del tráfico de cualquier sitio web.

El paradigma clásico del dashboard (tablero de control), no es suficiente para satisfacer el objetivo de hacer nuestra información más accesible, transparente y compensible. Los dashboards, tales como el panel de control de un vehículo, están diseñados para obtener —en un golpe de vista– la información necesaria para tener control de un sistema o proceso. Este diseño no se traslada muy bien a la web. En principio, un dashboard no aprovecha la interacción más natural que tenemos en cualquier dispositivo: el scroll. De hecho, mucha gente está “descubriendo” que a los usuarios nos gusta scrollear, más que apretar botones [1].

Algunos ejemplos salidos de Datawheel y Macroconnections:

SpendView

Mi proyecto de tesis de Maestría en el grupo Macroconnections de MIT Media Lab: https://spendview.media.mit.edu

DataUSA

Plataforma de visualización de datos públicos publicados por el gobierno de EE.UU: http://datausa.io

(¡Ayer ganó medalla de oro en los premios Kantar Information is Beautiful!)

DataChile

Actualmente estamos desarrollando un proyecto similar a DataUSA para información generada por el Gobierno de Chile.

Observatory of Economic Complexity

Visualización de 60 años de datos de comercio internacional: http://atlas.media.mit.edu

Data Viva

Plataforma de visualización de indicadores socioeconómicos de Brasil: http://legacy.dataviva.info

Conclusión

Es posible construir recursos de información útiles. Pero, en mi opinión, es crucial trabajar en la experiencia de uso de esos sistemas. Los servicios masivos de Internet nos acostumbraron a interactuar con sistemas fluídos, y siempre disponibles. Esto aumenta las expectativas de los usuarios que usarán nuestros sistemas que —por supuesto— no cuentan con los recursos de los que disponen las grandes empresas de tecnología . Si implementamos una función de búsqueda en nuestro sitio, debe funcionar bien. Nuestro sistema debe poder accederse más o menos bien desde un dispositivo móvil [2].

Entonces, ¿cómo hace un departamento de tecnología de un gobierno para encarar esos desafíos técnicos y políticos?

Podemos encontrar una posible respuesta a esta pregunta en uno de los principios del así llamado “Gobierno Abierto”: colaboración. Sin diálogo y participación de las comunidades de desarrolladores de software, periodistas, académicos, miembros de la sociedad civil y de sector privado, es poco probable que una oficina pública pueda llevar a cabo una iniciativa exitosa de datos abiertos.

En Argentina, gracias al empuje de organizaciones como Hacks-Hackers, La Nación Data y muchos otros, se establecieron puentes de diálogo y colaboración con el sector público. Por supuesto, habrá tensión: en última instancia estamos haciendo política y es natural que no estemos todos tomados de la mano cantando canciones de amor. Los periodistas, por ejemplo, están naturalmente en oposición a los gobiernos (de otra manera estarían haciendo propaganda). Las organizaciones de la sociedad civil también: existen para llenar un espacio que no ocupa el estado. Aún así, es posible establecer diálogos productivos y maduros.

Desarrollar un software, un portal de datos o una visualización es relativamente fácil. Al fin de cuentas, no estamos resolviendo problemas técnicos demasiado desafiantes: las bases de datos tal como las conocemos hoy existen hace más de 40 años. La comunidad de software libre produce una cantidad ENORME de herramientas que podemos usar gratuitamente [3]. Armar software no es el problema principal. Pero cambiar una cultura de gobierno es un proceso largo y tortuoso: en Argentina costó muchos años lograr una Ley Nacional de Acceso a la Información Pública.

Entonces, los desafíos a los que nos enfrentamos son mucho más viejos que las computadoras, los gráficos estadísticos y los datos abiertos. Son retos políticos, de planeamiento y de gestión. Los hackatones y las conferencias son una gran oportunidad que tenemos las comunidades que estamos interesadas en estos temas para conocernos y para compartir conocimiento y experiencias. Pero las iniciativas de datos abiertos e información pública no deben terminar ahí. Para lograr impacto real e “innovación” (ese concepto tan de moda pero que no sabemos realmente qué significa), necesitamos pensar en el largo plazo y atraer a profesionales competentes [4].

Honestamente, no se cómo se construye un ecosistema de innovación vibrante y productivo [5]. Pero he sido partícipe de algunos. En todos, he visto apertura, diálogo, financiamiento, incentivos para todos sus participantes e impacto en el mundo real. Creo que el Estado, como garante de derechos y oportunidades para todos, está en una posición inmejorable para generar esos espacios.

¡Muchas gracias!

Footnotes

[1] “Why are we doing fewer interactives”, presentación en Malofiej 2016 de Archie Tse, Deputy Graphics Director en el New York Times

[2] El tráfico desde móviles sigue aumentando y es una tendencia que no va a cambiar.

[3] De hecho, hay tantas opciones que es difícil elegir bien. Mi consejo: no elijas lo que está de moda, sino lo que tus programadores sepan usar.

[4] La demanda de profesionales TIC capacitados presenta un problema interesante para el sector público. “It’s a seller’s market” dicen los gringos 😀

[5] Hay mucha gente que dice que sabe cómo.


Extrayendo datos reutilizables del Sitio del Ciudadano

Los presupuestos públicos son conjuntos de datos multidimensionlales, que reflejan las estructuras burocráticas, contables y económicas de los gastos e ingresos de la administración del estado. Su complejidad presenta desafíos interesantes a la hora de construir herramientas que permitan explorarlos.

Aunque los presupuestos de cualquier nivel del estado son muy similares en estructura, casi todos los países publican en la web sus presupuestos a través de herramientas ad-hoc. Este panorama fue relevado en detalle por Jonathan Stray en el reporte Open Budget Data: Mapping the Landscape. La fundación Open Knowledge International, por su parte, impulsa el proyecto Fiscal Data Package, que aprovecha esa similaridad estructural para estandarizar el formato en que se publican los datos públicos fiscales.

Argentina hace su parte desde hace algunos años con el Sitio del Ciudadano, dependiente del Ministerio de Hacienda y Finanzas Públicas. Pese a su título, nos cuesta imaginar a un ciudadano común navegando con éxito esta herramienta, debido a su mal diseño, complejidad y bajísima performance.

Durante mi tesis de maestría trabajé en SpendView, un prototipo de herrramienta para visualizar información presupuestaria. Uno de las premisas de su diseño es ser lo suficientemente flexible para almacenar y permitir explorar cualquier presupuesto público. Naturalmente, me interesaba mostrar el presupuesto argentino. SpendView requiere que los datos estén representados de manera desagregada. Es decir, cada línea del presupuesto debe contener información sobre todas las dimensiones en que se clasifica. En el caso del presupuesto asignado al presupuesto del CONICET, tomamos una línea del presupuesto bastante desagregada (actualizada a marzo de 2016):

  • Clasificación Administrativa (¿quién gasta?)
  • Clasificación según Objeto del Gasto (¿en qué se gasta?)
    • Gastos en Personal (nivel Inciso)
    • Personal Permanente (nivel Partida Principal)
  • Clasificación Funcional (¿para qué se gasta?)
    • Servicios Sociales (nivel Finalidad)
    • Ciencia y Técnica (nivel Función)
  • Clasificación según Fuente de financiamiento
    • Tesoro Nacional
  • Medidas
    • Crédito Vigente: 4.65 miles de millones de pesos argentinos
    • Devengado: 1.21 miles de millones de pesos argentinos.

Desafortunadamente, el Sitio del Ciudadano sólo ofrece cuadros pre-agregados. Es decir, no es posible obtener líneas completas del presupuesto, que refieran a todos los criterios de clasificación. Pero la data está, y se puede extraer.

Hurgando en el Sitio del Ciudadano (SiCi)

El SiCi está implementado en una versión antigua de Oracle Business Intelligence, un sistema muy poco apto para construir sitios web públicos. Por ejemplo, para obtener una tabla de gastos por jurisdicción, el browser hace 388 pedidos al servidor (!), transfiere 4.2 MB y (en mi computadora y con mi conexión a internet) tarda 27 segundos en mostrar el contenido.

Lentísimo

Pero entremezclada en su verborragia, el SiCi emite información que nos permitirá obtener los datos que necesitamos. El primer indicio es un request que ocurre cuando se interactúa (hover, click, etc) sobre una tabla. El browser pide un recurso llamado /saw.dll?getReportXmlFromSearchID, que contiene la definición del reporte solicitado:

Confundidos dentro de semejante aberración, hay elementos interesantes que contienen las fórmulas para cada columna del reporte:

<saw:columnFormula>
  <sawx:expr xsi:type="sawx:sqlExpression">Institucion."Cod. y Desc. Jurisdiccion"</sawx:expr>
</saw:columnFormula>
<!-- ... -->
<saw:columnFormula>
  <sawx:expr xsi:type="sawx:sqlExpression">CAST(Tiempo.Mes as VARCHAR(2))</sawx:expr>
</saw:columnFormula>
<!-- ... -->
<saw:columnFormula>
  <sawx:expr xsi:type="sawx:sqlExpression">"Indicadores Credito"."$ Cred. Vigente"</sawx:expr>
</saw:columnFormula>

Como uno de los elementos principales, al principio del archivo, aparece <saw:criteria subjectArea="&quot;SITIO DEL CIUDADANO&quot;" >, que no es otra cosa que la tabla/cubo sobre la que opera el reporte.

Luego de un exhaustivo proceso de investigación (busqué en Google), vi que el recurso HTTP /saw.dll es el punto de entrada a casi todas las operaciones que ofrece este sistema de business intelligence. Grande fue mi felicidad cuando vi en la documentación que saw.dll acepta un parámetro llamado SQL. Resulta que ese supuesto SQL es una extensión de Oracle, diseñada para hacer consultas OLAP (analíticas). En pocas palabras, es un SQL donde el SUM() sobre las medidas y el GROUP BY sobre las dimensiones están implícitos (me gustó la idea, ojalá hubiera una implementación open source).

Probamos el endpoint saw.dll con una consulta simple (averigüé los nombres de las columnas mirando la definición del reporte):

SELECT "Ejercicio Presupuestario"."Cod. Ejercicio Presupuestario",
       "Sector Institucional"."Desc. Caracter",
       "Indicadores Credito"."$ Comprometido",
       "Indicadores Credito"."$ Devengado",
       "Indicadores Credito"."$ Pagado",
       "Indicadores Credito"."$ Cred. Vigente"
FROM "SITIO DEL CIUDADANO"

El URL completo es el siguiente (el nombre de usuario y el password están visibles en el HTML del SiCi)

http://sitiodelciudadano.mecon.gov.ar/analytics/saw.dll?Go
  &NQUser=usrsici_c
  &NQPassword=usrsici_c
  &SQL=SELECT%20%22Ejercicio%20Presupuestario%22.%22Cod.%20Ejercicio%20Presupuestario%22,%20%22Sector%20Institucional%22.%22Desc.%20Caracter%22,%20%22Indicadores%20Credito%22.%22$%20Comprometido%22,%20%22Indicadores%20Credito%22.%22$%20Devengado%22,%20%22Indicadores%20Credito%22.%22$%20Pagado%22,%20%22Indicadores%20Credito%22.%22$%20Cred.%20Vigente%22%20FROM%20%22SITIO%20DEL%20CIUDADANO%22

Boom. La historia de la ejecución presupuestaria desde 1998, desagregada por “Sector Institucional”. Para mi sorpresa, funcionó a la perfección, dibujando una tabla que parece diseñada en 1999, y cuyo HTML parece escrito con Microsoft FrontPage ‘98:

Consulta simple

Pero queremos CSV, no una tabla horrible. Volvemos a la documentación, y vemos un parámetro Format. Agregamos Format=CSV al URL, que nos devuelve un hermoso archivo separado por comas.

Vamos a omitir muchos pasos intermedios, para pasar directamente al modelo terminado. La siguiente consulta obtiene la ejecución presupuestaria a la fecha en 2016, a una resolución más alta de la que podíamos esperar:

SELECT "Ejercicio Presupuestario"."Cod. Ejercicio Presupuestario",
       "Sector Institucional"."Desc. Caracter",
       "Institucion"."Cod. Jurisdiccion",
       "Institucion"."Desc. Jurisdiccion",
       "Institucion"."Cod. Subjurisdiccion",
       "Institucion"."Desc. Subjurisdiccion",
       "Institucion"."Cod. Entidad",
       "Institucion"."Desc. Entidad",
       "Servicio"."Cod. Servicio",
       "Servicio"."Desc. Larga Servicio",
       "Apertura Programatica"."Cod. Programa",
       "Apertura Programatica"."Desc. Programa",
       "Finalidad Funcion"."Cod. Finalidad",
       "Finalidad Funcion"."Desc. Finalidad",
       "Finalidad Funcion"."Cod. Funcion",
       "Finalidad Funcion"."Desc. Funcion",
       "Objeto Gasto"."Cod. Inciso",
       "Objeto Gasto"."Desc. Inciso",
       "Objeto Gasto"."Cod. Principal",
       "Objeto Gasto"."Desc. Principal",
       "Objeto Gasto"."Cod. Parcial",
       "Objeto Gasto"."Desc. Parcial",
       "Objeto Gasto"."Cod. Subparcial",
       "Objeto Gasto"."Desc. Subparcial",
       "Clasificador Economico"."Cod. 2 Digitos",
       "Clasificador Economico"."Desc. 2 Digitos",
       "Clasificador Economico"."Cod. 3 Digitos",
       "Clasificador Economico"."Desc. 3 Digitos",
       "Fuente Financiamiento"."Cod Codigos",
       "Fuente Financiamiento"."Cod y Desc Codigos",
       "Indicadores Credito"."$ Comprometido",
       "Indicadores Credito"."$ Devengado",
       "Indicadores Credito"."$ Pagado",
       "Indicadores Credito"."$ Cred. Vigente"
FROM "SITIO DEL CIUDADANO"
WHERE "Ejercicio Presupuestario"."Cod. Ejercicio Presupuestario"=2016
  AND ("Objeto Gasto"."Cod. Inciso" BETWEEN 1 AND 8)
  AND "Clasificador Economico"."Cod. 2 Digitos" IN (21, 22)

(Los filtros que aparecen en la cláusula WHERE fueron tomados de los reportes)

La tabla/cubo SITIO DEL CIUDADANO contiene más dimensiones, que nos permitirían obtener la ejecución presupuestaria a una resolución de días, para cualquier fecha desde 1998.

Obtener esa información, y construir reportes o herramientas interesantes, queda como ejercicio para el lector entusiasta.


Digital public services — User experience matters

Originally posted on FOLD.cm


On October 1st 2013, millions of Americans rushed to their computers and navigated to healthcare.gov, a website released by the federal government that would let them shop for health insurance plans. This digital public service was a critical part of the implementation of President Obama’s most progressive reform, and first significant modification to the US public health system since the 1960s; the Patient Protection and Affordable Care Act

But things did not go as planned. As people tried to navigate the site, it crashed, ran slowly, and was difficult to use. Ultimately, it failed to deliver its promise of providing citizens with an easy way of buying health insurance. It seemed that the most banal of causes —a computer glitch— posed a serious threat to a public policy that took Congress many years of political struggle to push forward

The healthcare.gov debacle is just one example of how governments all over the world often fail to build usable, effective, and modern digital services. Similar stories are abundant: the online enrollment system for Buenos Aires’ schools has routinely failed for the last few years when parents try to secure a place for their children at their neighborhood school. The website of the Argentine tax agency is famously ugly and difficult to use, and most of its services only work with Internet Explorer even when a one-line patch would remedy that issue. As an Argentine web developer, I cringe every time I need to go in and pay my taxes.

Public outrage about these issues is reasonable. Most of us carry in our pockets an incredibly powerful computer rigged with all kinds of sophisticated sensors, which works 99% of the time. We buy products and services from our connected devices. We video-chat, Dick Tracy style, with our friends on the other side of the world while riding the subway. But still, we see how simple digital public services, often as simple as storing the contents of a form in a database, are near-impossible to navigate, and fall under the pressure of traffic typically considered light by a mid-sized website.

Why governments fail so often at building effective digital public services? The short answer is that building good software is hard. The intangible nature of computer programs, makes the complexity of building them difficult to comprehend. We expect our phone to just work, but it took Google 10 years, billions of dollars, and an astronomical amount of combined human-hours to develop the latest version of Android, the operating system that runs in 82% of the smartphones in the world. And they didn’t even start from scratch: Android runs on Java, a programming language which legacy goes back to the pioneers of computer science. But your phone still freezes from time to time.

Can we expect the understaffed and underfunded technology office of a city’s government to build a reliable online system? Yes, in the same way that we expect buses to run on time and streets to be pothole-free. But in order to do so, administrations should tweak a few aspects of their technology game.

Public procurement, a process burdened with impenetrable bureaucracy, is often cited among the causes that make public technology projects crash and burn. Clay Johnson, former head of the research arm of the open government watchdog Sunlight Foundation, has written extensively about this. In his 2013 New York Times op-ed about healthcare.gov, he says that “large federal information technology purchases have to end. Any methodology with a 94 percent chance of failure or delay, which costs taxpayers billions of dollars, doesn’t belong in a 21st-century government.”.

An undesirable side-effect of the intricate process of technology acquisition by the public sector, is that vendors that are awarded with contracts are those who are good at the tendering game, but not necessarily good at building user-facing software. Time and time again we see the usual corporate software vendors being awarded multi-million dollar contracts to build user-facing public services. Those companies build the pieces of infrastructure that power many mission critical systems, but they aren’t the ones designing the user interfaces that we love and use everyday. They’re not good at building experiences, and it shows.

Beautiful and engaging user interfaces are built by a very different kind of organization. The teams responsible for the polished user experience of Facebook, Twitter, or Tinder are small, nimble, and unencumbered by the rigid hierarchies and chains of command present in government. They’re breaking new ground, not just “modernizing” a decades-old process. Conway’s Law, for these teams, acts in their favor rather than against them.

Bringing these agile-minded hackers, designers, and product managers to the civil service will be a challenge. Positioning itself as an attractive employer for top technical talent might prove difficult for the public sector: promising engineering students are often hired by Silicon Valley companies before they graduate, with salaries over 120k/year.

Money is not the only problem. To capture great engineers, working for the government needs to be cool. Nicholas Negroponte touched upon this issue in his talk at the 30th Anniversary event of the MIT Media Lab: “[Parents] don’t encourage their kids to become a civil servant. It was never the cool stuff […]. There’s been a swing toward too much startup, too many little apps companies. Suddenly, too few students who graduate are worrying about big, hard problems, because they can do an app”.

Governments are starting to realize that they need to incorporate 21st-century practices: The United Kingdom created the Government Digital Service in 2011, and the US followed suit in 2013 with the creation of 18F, a digital services agency that’s run like a startup. Coincidentally, the failure of both countries’ healthcare website projects prompted the creation of these agencies.

The public sector should not wait for a catastrophe to happen to reform the way they build and acquire technology. Products out of Silicon Valley have raised the bar; users now expect to have fluid and engaging experiences when interacting with an online system. Technologists working in the public sector must be empowered, and their skills nurtured. Their work shouldn’t be considered a mere implementation detail of a public policy. After all, as the healthcare.gov debacle showed, a poor user experience and bad technical decisions can undermine years of political struggle.


My MIT Media Lab Statement of Objectives

Even if the MIT Media Lab admission process is unique in many aspects, as most graduate programs they require an Statement of Objectives. Back in 2014, when I decided that I wanted to apply, I didn’t anticipate that writing one was going so be that difficult; I went over dozens of revisions, begged my friends and family for feedback, checked my grammar, and back again.

I now count myself among the lucky ones that were admitted for the Media Arts and Sciences graduate program in 2014. Here, I’m sharing my attempt at sounding smart-but-not-cocky and correct-but-not-boring, hoping that it’ll help those who are thinking of coming to study at this magical place.


One afternoon in 1987 my father came home after work with a present for me: it was a Czerweny 1500, a cheap clone of the venerable Sinclair ZX81. My friends at school played games on their powerful Commodore 64s and MSXs, but my little computer —made in Argentina— would only let me type instructions; I was fascinated by that. I have been a hacker since then and have worked as a professional software developer for more than 15 years.

I was born in the midst of Argentina’s last military dictatorship into a politically involved family. With the return of democracy in 1983, my parents went back to politics and civic activism. I was raised in demonstrations and heated political arguments around the family table. Such and upbringing led me to significant political involvement throughout my high school and university years. As I have grown professionally, I have been applying my practical software development skills to civic problems in Argentina.

As one of the 2013 Knight-Mozilla OpenNews fellows, I had the the fortune of visiting the Media Lab, specifically the Center for Civic Media, twice in the past year. I am of course highly aware of the work and projects pursued by the Lab, but it was through conversations with its students that I fully realized its unique, pan-disciplinary approach to problem solving and research. I could feel the atmosphere of creative chaos that fuels the Lab. As I reflect on my recent visits, I suspect that the lab would be a second home to me; my own life and professional history are equally as diverse, protean, and a bit chaotic.

My projects focus on the intersection of media, politics, activism, data visualization, and technology. I like to think that they share a common thread: making data useful for people by building tools that can better inform our decisions and foster meaningful discussions and actions. As the market pushes computers towards becoming glorified television sets, networks to be one-way content delivery channels, and data to serve the needs of marketing departments and intelligence agencies, we need to take back the vision of the true pioneers of personal computing, like Alan Kay and Seymour Papert, who imagined and built computers as tools for thought and action, and not as devices for mere consumption and surveillance.

I believe that knowledge of the res publica and effective action in the public sphere is no longer achievable without technology. No one yet knows how the mechanisms and dynamics of the so-called new civics will materialize, but the projects that have come out of Center for Civic Media, MacroConnections, and Social Computing are offering the world a glimpse of how these tools are going to impact our society. I want to help shape the future of civic participation, data analysis, and meaningful social interaction through technology, by doing what I do best: designing and building tools.

My skills as a tool maker, curiosity, and willingness to learn allowed me to be one of the first employees of Satellogic1, an Argentine aerospace startup conceived in the Singularity University graduate studies program. During my two-year tenure at the company, my portfolio of work included designing and implementing simulations, writing hardware drivers and developing ground support software for the CUBEBUG-1 nanosatellite mission2, the first cubesat built in Argentina, grant-funded by the Ministry of Science and Technology.

Throughout those two years working in Bariloche, a beautiful town in Patagonia, I experienced the most intense personal, intellectual, and professional growth of my life. The simulator that I created allowed the team to more deeply understand the coverage patterns of the spacecraft’s instruments. While working on the simulator, I grew my understanding of optics and Kepler’s laws of motion. I needed to become proficient with real-time operating systems, as I was tasked with writing the driver for the onboard communications module. I’ve been a licensed radio amateur for almost 20 years, so I was naturally brought into building the ground station and even climbed its 60 feet mast to install the antenna that I assembled. A nearby volcano erupted3 while I was living in Bariloche and I broke my wrist the first time I tried my luck at snowboarding down the edge-of-town slopes. I also got married to Luisina, my beautiful wife, who is a very talented documentary filmmaker and screenwriter.

The greatest achievement of the CUBEBUG-1 team was showing that is possible to bring agility and the hacker spirit to the aerospace industry. The satellite was designed, built, and successfully launched in less than a year by a group of six people that had not worked in aerospace before. The company is going strong: they’ve recently put a more complex cubesat4 into low earth orbit.

It was only recently when I realized that I could apply my technical skills to social issues as well. Around July 2010, the media in Bahía Blanca, Argentina —where I was born— was reporting on several corruption scandals within the local government. However, they weren’t tapping a rich source of information made available by the city: a daily feed of procurement data. I thought that was partly because it was not easy to consume and interpret, so I set out to build Gasto Público Bahiense5, a tool that scrapes the municipality’s website and re-publishes that information in a way that is easier to use and understand.

My personal project had an immediate impact on the local media and political landscape. For instance, the local press started using it as a source of information6, contractors used the site to check on their competitors’ past bids, citizens were made more aware of their government’s procurement decisions. By initiative of the opposition party, the City Council declared it “of municipal interest”7 by a majority vote. It was also featured by several national and international news outlets8.

The executive branch of the city’s government didn’t acknowledge the existence of Gasto Público Bahiense until one year after it was launched, when they redesigned their site and put a CAPTCHA in front of the section where the procurement data was published, thus making it inaccessible to web crawlers and scrapers. What was deceitfully justified by the city’s former secretary of finance as a “security and accessibility measure”9, was a political decision: the government didn’t want that data to be analyzed with tools other than theirs. This measure backfired on them, as it brought more notoriety to my project10. Evgeny Morozov devoted a section of his latest book to this case11, where he uses it to illustrate his views on the relative importance of opening government databases. Personal Democracy Media’s TechPresident recently reported on this and other projects that I developed.12

After an administration change last year, the government reversed their position towards Gasto Público Bahiense. Responding to the people’s newly acquired awareness of public information resources, the new mayor created an Innovation and Open Government agency13, whose appointed officer allowed us access to the procurement data feed through a web-service and included GPB in their own data portal. We’re now collaborating on an initiative to help smaller municipalities open their budget and procurement data by using their own technology and my project together.

This year, I was a speaker in the biggest Argentine TEDx event where I gave a talk to an audience of 1,500 about the story, challenges, and impact of Gasto Público Bahiense and other projects I developed during the last few years.14

My newfound interest in civic activism, public information, and technology brought me to being selected as one of the 2013 Knight-Mozilla OpenNews fellows. I worked in the newsroom of the leading Argentine daily La Nación, where I participated in journalistic investigations, built interactive visualizations that were published alongside major stories, and trained the newspaper’s design, data journalism, and technology staffs in the use of tools like D3.js and CartoDB.

I developed Tabula15, an open source tool for extracting tabular information out of PDF files —a pervasive problem in data journalism—, also during my OpenNews fellowship. After its initial release in April 2013, it garnered a lot of attention within the data journalism16 and open data communities. It was instrumental in the building of ProPublica’s Dollars for Docs17. Both The New York Times and ProPublica now support the development of Tabula by devoting staff time to the project.

In the same spirit of data liberation —inspired by ProPublica’s Free the Files18 and The Guardian’s MP’s Expenses19— I’m building a tool20 for creating crowdsourced document transcription efforts, geared to the needs of media organizations and grassroots activism. La Nación chose this tool to build its own crowdsourced transcription platform, that will be launched at the beginning of 2014.

Hearing from people who have used the tools I’ve built, like the Chicago Public Schools Apples 2 Apples collective who used Tabula for building SchoolCuts.org21 and successfully used data to engage a community, taught me that is possible to improve the people’s understanding of their government and enable meaningful action. I want to draw upon those lessons. I want to study how can we use budget, spending, and procurement data for social change and civic activism. Participatory budgeting processes, for instance, could benefit from tools that would let citizens use that information to simulate budgeting and spending scenarios, propose changes, and work together towards reaching an agreement. I agree with Alan Kay in that the computer revolution hasn’t happened yet, as we still haven’t reached the full potential of personal computing for education, dynamic simulations of complex phenomena, and as tools for “new powerful argumentation”22. I believe that his vision can be also applied to the public sphere, by tackling the hard problem of the asymmetry of access to analytical tools.

The concepts behind projects like Civic Media’s Action Path, Promise Tracker, and Data Therapy are in perfect synergy with how I imagine the future mechanisms of civic participation. I fantasize about a Latin American version of Media Cloud and how it could help make sense of the very complex relationship between the press and current Latin American governments23.

I’m inspired by MacroConnections’ DataViva.info, a project that set new standards for government information repositories and showed how to turn complex public data into knowledge that can be used by everyone. I’ve shown Immersion to all of my friends, and witnessed how they changed their minds about what electronic surveillance really means.

I hesitate to call myself a hacker; that is a title that is bestowed upon by other hackers. But I do recognize in me the main characteristic of the hacker mindset: I learn by building, I think by doing.

My desire is to perpetually grow and be a better learner, builder, thinker, and doer. The MIT Media Lab is the best place I can think of to do that. I hope that you agree.

  1. Satellogic.com 

  2. CUBEBUG-1. Launched on April 2013. Its on-board software was open-sourced, an example of my work can be seen in the communications module driver

  3. 2011 Puyehue-Cordón Caulle eruption — Wikipedia. Retrieved 12/2/2013 

  4. CUBEBUG-2 — Launched on November 2013. 

  5. Gasto Público Bahiense: http://gastopublicobahiense.org (source on Github

  6. Early example: Story on advertisement expenditure by the city government on a local news site. 

  7. Text of the declaration (in spanish) 

  8. Global Voices: “Argentina: Hackathons and budget transparency in Bahía Blanca” 

  9. TV Interview with the former Secretary of Finance about this matter (in spanish) — July 6th, 2011 

  10. Articles in major argentine newspapers: La Nacion, Perfil (in spanish) 

  11. Morozov, E. Bad for the databases, good for democracy?. In To Save Everything Click Here. 

  12. Chao, R. Buenos Aires, A Pocket of Civic Innovation in Argentina — TechPresident 

  13. Secretaría de Innovación y Gobierno Abierto — Bahía Blanca (in spanish) 

  14. TEDx Rio de La Plata: Cambiando el mundo de a una línea de código por vez (Video - spanish) 

  15. Tabula — Released under the MIT license (source on github

  16. Weiss, J. *How news organizations are using Tabula for data journalism. * 

  17. Dollars for Docs - ProPublica 

  18. Free The Files - ProPublica 

  19. MP’s Expenses - The Guardian 

  20. CrowData — Released under the MIT license (source on github

  21. SchoolCuts.org “created to share information about the 129 schools under consideration for closing.” 

  22. Viewpoints Research Institute memo M-2007-007-a — Retrieved 12/1/2013 

  23. Goñi, U. “Argentina’s media empire Clarín told to sell off holdings by supreme court — The Guardian” — Retrieved 5/12/2013